Tinta Sangre ECS-UCV

Grupo de discusión, lectura de poesía y escritura creativa

28 diciembre 2006

Ella y yo

…y las hojas caían, y el tiempo se extinguía...

Estaba sola, acompañada por el cielo y acariciada por la grama, leyendo de mentira entre líneas verde brillante. Y llegó él, tan histéricamente tranquilo como siempre. Se acercó y me incrustó la mirada coloreando mis mejillas de rosado, como de costumbre. Se sentó a mi lado y con los ojos perdidos entre la luz y los árboles, me dijo que la había encontrado, que era ella.

Era una de sus amigas, pero definitivamente no la conocía, aunque físicamente se parecía mucho a mí. Ojos marrones, como de corderito, cabello negro por los hombros muy abundante. Aunque cuando me dijo que su cuerpo era perfecto, encontré la gran diferencia, pues yo, con mis diez kilos de más, ni me acercaba a eso. A medida que hablaba, sus ojos se llenaban de brillo, y ese brillo se hizo más intenso cuando después de un suspiro y casi como un susurro me dijo que sus besos, los pocos que habían sentido sus mejillas, eran los más tiernos que lo habían tocado.

Sus dedos dibujaban corazones de varios tamaños en la tierra y tenía la sonrisa tatuada en el rostro desde que me comenzó a hablar de ella.
Me describió sus pies, perfectamente hechos, todos los dedos en su lugar y con su ideal tamaño, sus manitos chiquiticas, con marcas muy profundas en sus palmas , sus orejas suavecitas, su piel suave, como pedacito de nube, y su risa, que lo envolvía en una ola de alegría aunque su alma esté llena de tristeza.

Yo estaba sumergida en su relato, y aunque no fuera yo la que le diera vida a sus ojos, estaba feliz por él. Sin embargo, con cada sílaba que pronunciaba para describir su perfecta imperfección, el corazón se me estremecía; y más aún cuando me dijo que llevaba tiempo viéndola, que habían ido al cine, y el fin de semana al teatro. Hacían lo mismo que él hacía conmigo pero, indudablemente, con ella lo disfrutaba de verdad.

Sentí ganas de llorar y mis lágrimas no pudieron ser jamás más inoportunas.
Al parecer él no se había dado cuenta, porque me describió el lunar negrito que tenía ella en su nariz, que le encantaría besarlo uno de estos días para no dejar nunca más. Ya yo no lo escuchaba con atención.

Sus manos tomaron mi cara y con sus ojos tallados en mi mirada, me contó cómo se había imaginado aquel primer beso con su niña linda, en una tarde soleada, sentados en la grama debajo de la sombra de un bicentenario árbol, tomándola en sus brazos con caricias en su rostro, mientras ella, sin entender sus actos, lloraba de tristeza e incertidumbre.

En ese momento, las hojas cayeron con más fuerza y el tiempo se extinguió.

Me besó y me dijo que lo dejara terminar su historia, que esa a quien había encontrado era a mí.

Firma: Hathor

3 Comentarios:

  • A la/s 4:26 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

    Como siempre, romantica Hathor...
    Me encanta como escribes.

     
  • A la/s 2:40 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

    Gracias, de verdad! Que bueno que te guste ;)

    *Hathor*

     
  • A la/s 4:47 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

    Felicidades!!!! Ya conoces mi opinión al respecto... Vulcano...

     

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